REC: La ley como elemento de modelado de la conducta frente al COVID19

Hoy es sábado 21 de marzo de 2020, y en el mundo ya hay 308.303 casos de COVID19 confirmados. Naturalmente la cifra negra debe ser altísima y múltiples voces expertas llaman a cuarentenas totales, mientras que el Gobierno de Chile apunta a medidas parciales, mientras que vamos en 537 casos locales.

De esa discusión sobre si el Gobierno debe o no endurecer las medidas porque aún hay gente haciendo una vida casi normal, yo no puedo dejar de preguntarme ¿por qué es que aún hoy necesitamos la coerción?, ¿cómo es que los humanos no pueden hacer lo que deben sin ser obligados?.

También no puedo dejar de recordar todos esos casos en que personas con menor formación cuestionaban la utilidad práctica de una norma porque se puede incumplir; también recuerdo cómo en clases de introducción al Derecho y de Penal me enseñaron este rol de la norma jurídica.

Tiendo a pensar que a mayor formación y desarrollo personal, mayor es el autocuidado, la responsabilidad y la compasión con el sufrimiento ajeno; y por lo tanto, menor la importancia de la ley como agente de modelado de la conducta.

Seguro que las consecuencias económicas de esta pandemia serán brutales, hasta ahora la tasa de mortalidad no supera el 6% (siendo más alta en las poblaciones de riesgo como niños pequeños, personas de avanzada edad, y aquellos con sistemas inmunes debilitados) pero frente a la interrogante ética de qué hacer, si salir a la calle o no, debiese bastar el sólo riesgo de poner en peligro la vida de otros para quedarse en casa y tomar las medidas de cuidado.

Al final del día, la ley reemplaza el sentido común, y en las sociedades en las que los humanos viven mecánicamente existe una delegación hacia la autoridad en la toma de decisiones. Una autoridad con más respeto a la economía que a la vida, temerosa del cambio, negligente y sin la suficiente fuerza de espíritu para tomar decisiones difíciles en las que la razón debe primar por sobre las percepciones, pero en las que más vale pecar de extremo celo en la protección que de extrema prudencia.